ÀFRICA

14.09.2010 09:09

 

Un continente
a la deriva

Los países africanos han heredado sus fronteras del reparto diseñado en la Conferencia de Berlín (1885) por las potencias coloniales. Occidente los ató corto cuando en los años 60 accedieron a la independencia. Pero hoy, perdida la importancia geoestratégica que tuvo en tiempos de la Guerra Fría, África se encuentra abandonada a su propia suerte, mientras la abundante riqueza mineral que existe en su territorio, lejos de ser explotada en beneficio de la población, motiva y financia la mayoría de los conflictos que existen en el continente.

Tras el tráfico de armas y de materias primas se esconden importantes intereses económicos locales e internacionales.
Un motivo demasiado poderoso como par 

FICHA

Nombre oficial: República de Guinea
Capital: Conakry
Sistema de gobierno: República multipartidista
Presidente: Lansana Conté (PUP)
Partidos de la Oposición: Frente Republicano por la Alternativa Democrárica (FRAD)
Población: 8.359.000 (2005)
Superficie: 245.850 km²
Idioma: Francés (oficial), fulani, mandinka, susu, kissi, pular, otras.
Religión: Musulmana 85%, cristiana 8%, cultos animistas 7%

CONFLICTO
Medio millón de refugiados se enfrentan a la violencia de las guerrillas fronterizas de Sierra Leona y Liberia, además de al abuso de las propias milicias guineanas. El peligro de crisis humanitaria planea sobre la zona.

 

 

Las guerras que azotaban Liberia y Sierra Leóna han colocado desde principios de los años 90 a cerca de medio millón de refugiados como blanco de los combates que se libran en las regiones fronterizas de Guinea con estos dos países. A pesar de que, oficialmente, ambas contiendas han concluido, la posición política del gobierno de Conakry, enfrentado al rebelde y luego presidente de Liberia, Charles Taylor, y al grupo rebelde Frente Unido Revolucionario de Sierra Leona (RUF), ha generado frecuentes ataques en los últimos años en las zonas limítrofes.

Las violaciones de los derechos más elementales que sufren estos desplazados, que huyendo de las barbaries bélicas de sus naciones tratan de encontrar en la vecina Guinea un lugar en donde salvar sus vidas, es constante y flagrante. No sólo los insurgentes y los milicianos enfrascados en la guerrilla abusan de ellos, sino que hasta los propios guineanos -a pesar de su histórica fama de ser un pueblo acogedor con los refugiados- se ensañan con estos depauperados y errantes sin tierra. Una situación que empeoró en julio de 2003, cuando el Gobierno guineano decidió deportar a aquellos refugiados que no residiesen en campos de refugiados u optasen por la repatriación antes de septiembre. El presidente Lansana Conte ha incitado con sus acusaciones de que los exiliados albergaban en sus casas a rebeldes a las violaciones y asesinatos de expatriados.

El reclutamiento forzoso de niños, la utilización de mujeres como porteadoras de municiones y para aprovisionar las bases militares y el robo a los civiles, a pesar de su miseria, por parte de todas las facciones han colocado a los refugiados en una situación tan peligrosa y delirante como si hubieran permanecido en sus tierras.

Numerosas ONG se han desgañitado avisando de la crisis y del riesgo de catástrofe humana que planea sobre Guinea, donde los refugiados se encontraban además atrapados entre el fuego cruzado del Ejercito y grupos del denominado Movimiento para la Liberación de Guinea-Conakry. Este país, en el que la esperanza de vida es de 46 años, si alguna bala no lo impide, fue una de las primeras colonias africanas en lograr la independencia de Francia, en 1958.

Fue Sékou Touré, líder del Partido Democrático de Guinea (PDG), quien desde que Francia comenzó a explotar los ricos yacimientos de bauxita en los años 50, organizó la lucha por contra el colonialismo y convirtió Guinea en el primer país marxista de Africa. Tras suspender las relaciones con Francia en 1965 y buscar el apoyo de la Unión Soviética, fallido tras unos años de buenas relaciones por la excesiva injerencia soviética, Guinea retoma los lazos con Francia en 1978 y comienza la cooperación financiera con varios países árabes, lo que le permite poner en marcha diversos proyectos. Este país posee unas reservas de bauxita estimadas en 20 millones de toneladas, un 40% de la producción mundial, cuyos beneficios suponen 2/3 partes de la renta nacional.

Cuando, tras 26 años en el poder, muere Touré, un golpe militar aupa al gobierno a Lansana Conté. La economía del país entra en barrena y Conté decide caminar hacia un sistema multipartidista. Sin embargo, las críticas a la débil democratización del país no han desaparecido y el temor a un nuevo golpe de estado es constante por lo que numerosos miembros de las FF.AA. fueron arrestados a finales de años. La inestabilidad se hizo palpable en las elecciones presidenciales de diciembre de 2003, en las que Conté ganó con el 95,6% de los votos, según fuentes oficiales. Un resultado discutible ya que los principales partidos de la oposición, agrupados en el FRAD, se negaron a participar en los comicios por la falta de garantías y acusaron al ejecutivo de cometer fraude. Además, la comunidad internacional no quiso mandar observadores que supervisaran el proceso electoral ya que no cumplía los requisitos necesarios. El posicionamiento de Conté en los conflictos desatados al otro lado de sus fronteras ha provocado demasiado derramiento de sangre de civiles, la mayoría hombres, mujeres y niños que huían de la muerte casi segura que les esperaba en su territorio, sin saber que la estabilidad en la históricamente acogedora Guinea era sólo un espejismo.

 

 

 

REPÚBLICA DE BURUNDI
Hutus contra tutsis
Por RAQUEL QUÍLEZ

FICHA

Nombre oficial:
Républica de Burundi
Capital: Bujumbura
Sistema de gobierno:
En 2000 se pactó un periodo de transición que dio paso, en octubre de 2004, a un gobierno compartido de hutus y tutsis. Al fin, en 2005 se aprobó una reforma constitucional tras la que el hutu Pierre Nkurunziza fue elegido presidente.
Jefe del Estado:
Pierre Nkurunziza, jefe del Consejo Nacional de las fuerzas democráticas de defensa de la democracia CNDD-FDD.
Partidos políticos:
Los dos partidos mayoritarios son Unión por el Progreso Nacional y Frente Democrático de Burundi.
Población: 8.390.000 (2007).
Grupos étnicos: El 86% pertenece a la etnia hutu y el 13%, a la tutsi. Además, existe una minoría, el 1%, de twas (pigmeos)
Superficie: 27.830 km²
Idioma: Las lenguas oficiales son el rundi o kurundi y el francés. Una minoría habla la lengua hima y el swahili es habitual en círculos comerciales.
Religión: Cristianismo (67%), cultos africanos tradicionales (23%) y musulmanes (10%)

CONFLICTO
Los odios entre las etnias hutu y tutsi sumieron al país en una sangrienta guerra civil que ha durado más de una década, provocando miles de muertos y desplazados.

Esclavos e invasores; agricultores y terratenientes. O lo que es lo mismo, hutus y tutsis. Los primeros, el 86% de la población, son los habitantes originarios de Burundi y han estado históricamente sometidos por los segundos: los tutsis, que tras invadir el país en el siglo XV, se las han ingeniado para monopolizar el Ejército, la política y la economía. Y eso, a pesar de ser sólo el 14% de la población. El resultado: una maraña de odios profundamente enraizada que ha dado lugar a uno de los conflictos más sangrientos de África.

Tras obtener la independencia de Bélgica en 1962, los enfrentamientos entre las dos partes se intensificaron y las violaciones de derechos humanos y golpes políticos se convirtieron en algo habitual en el país. Una guerra encubierta que llegó a su punto álgido en 1993, cuando el hutu Melchior Ndadaye, vencedor de los primeros comicios democráticos que se celebraban, fue asesinado tan sólo cuatro meses después de haber sido nombrado presidente.

Tras el magnicidio, hutus y tutsis se organizaron en milicias y dieron comienzo a una cruel guerra civil que, según Naciones Unidas, se ha cobró más de 300.000 vidas y provocó cientos de miles de desplazados y refugiados. Un panorama desolador en un país en el que la esperanza de vida no supera los 44 años, 250.000 personas están contagiadas por el virus del sida y más del 70% de la población vive por dejado del umbral de la pobreza.

En 1996, el tutsi Pierre Buyoya -que ya había dado un golpe de Estado en 1983- protagonizó un levantamiento que agravó aún más la situación: los enfrentamientos se intensificaron y Burundi recibió sanciones internacionales por las continuas masacres, mutilaciones y secuestros sobre la población civil.

Tras unos años devastadores, en agosto de 2000 comenzaron las negociaciones de paz. El gobierno de Buyoya se reunió con los principales grupos armados hutus, el CND-FDD y el FLN, y el 28 de agosto se ratificó, bajo la mediación de Nelson Mandela, el Acuerdo de Arusha, en el que participaron 19 partidos políticos. Los acuerdos establecieron la alternancia de etnias en el poder y la creación de un gobierno de transición integrado en un 60% por hutus y en un 40% por tutsis.

En diciembre de 2003, el camino hacia la democratización dio otro paso adelante con las conversaciones de Dar-El Salam, en las que se consiguió un alto el fuego entre las guerrillas y el Gobierno. Sin embargo, las masacres sobre la población continuaron; en agosto de 2004 160 tutsis fueron asesinados en un campo de refugiados. Unos días después, seis jefes de Estado africanos aprobaron en Dar- El Salam el acuerdo sobre el reparto de poder entre hutus y tutsis para que ambas etnias compartiesen el Gobienro a partir de octubre de 2004, cuando finalizaba el periodo de transición establecido en 2000.

De ahí se pasó a una reforma constitucional que abrió la puerta a la celebración de elecciones democráticas en 2005, en las que fue elegido Pierre Nkurunziza, jefe del Consejo Nacional de las fuerzas democráticas de defensa de la democracia CNDD-FDD.

Durante todo el proceso de paz, diversos ataques perpetrados por la guerrilla hicieron saltar las alarmas. A los temores han contribuido las carencias económicas que sufre el tercer país más pobre del mundo, según el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo Humano.

 

 

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